En el reino animal, sólo al humano se le ocurren sistemas de gobierno ajenos a su naturaleza salvaje, pero se sospecha que éste es el menos deficiente. Democracia participativa, representativa; democracia popular, unipersonal, mimética; o efímera, aerostática y hasta socialmediática.
Para mostrar algunos de sus frutos, for example, en nuestra acogedora España, perdón Reino de España, monarquía parlamentaria para más señas, hay más de un reyezuelo municipal que gracias al sistema ha gobernado casi desde que la “democracia orgánica” del generalito dio paso a la actual; tantos años al frente, por encima, por detrás, a través y por la gracia del pueblo nos hace, si no sorprendernos, si abrir el cofre de la desconfianza ¿o las arcas de la admiración?
O presidentes autonómicos como los de Castilla y León o Andalucía con casi una veintena de años al pie del cajón, o Cataluña que tuvo a su President veintitrés vueltas al sol. Electos, claro, clarísimo, ellos tan sólo han ejercido su derecho otorgado por il popolo para administrar su “conflicto de intereses disfrazados de lucha de principios”, así como define un señor muy sabio en su Diccionario del Diablo a Mrs. Democracy.
Ni hablar del resultado de la Ex Primera dama de la Unión, que obtuvo más votos que el inclitórico dueño del copete rubio; pero los colegios electorales y sus matemáticas nos han llevado a todos sus súbditos a una especie de egodictadura empresarial que se abre paso cortando cogotes a quien no reverencie sus desatinos. El resultado del voto del campo versus el voto citadino. ¿Democracia ecológica?
Y si del Yes y del No se trata, los escoceses votaron seguir unidos al reino que ahora quiere sacarlos de Europa; los catalanes votaron Sí para salirse del suyo para resultar que no, entre otras cosas porque el Sí quedó en TalVez y la campaña del No, no existió, no votó; por su parte los colombianos votaron No a la paz porque estamos acostumbrados a la guerra y somos un pueblo democrático con buenas costumbres, tan loables que el presidente Santos y sus aliados dijeron que no, que así no, que Sí. Y sí es sí. Ni hablar de Crimea, que en otro referéndum declaró su independencia de Ucrania y sin pestañear dos veces –como una esferita perdida de mercurio– se unió a MamáRusia.
Hurgamos otro poco en el saco y encontramos a La Pequeña Venecia, que siguiendo la doctrina política según la soberanía anida en el pueblo, ahora goza de dos presidentes, uno que no se cae de maduro y el otro que no acaba de madurar. Nada igual a la estabilidad de China que desde su Partido –que gana y vuelve a ganar por ausencia de contrincante– dirige con larguísimo brazo izquierdo su capitalismo delirante; o Corea del Norte, donde papi Kim –antes de morir– con todo el derecho (el de morir y el de votar) sufragó en favor del hijo y después de un conteo riguroso sus deseos fueron cumplidos.
Y así se podrían seguir contando perlas salvajes en este collar tan civilizado, a la espera de una modalidad de gobierno más equilibrada y menos porosa. Mientras tanto hagamos votos porque Demos y Kratos sigan unidos por la etimología y abrazados en lícito contubernio.