(Publicado el 31 de mayo de 2019
El lenguaje y la naturaleza son machistas. Aclaro. El lenguaje español o castellano y otros romances, y la naturaleza en el reino animal son machistas. ¿Por qué el pavo se pavonea con sus plumas tornasoladas mientras que la pava, parda, cenicienta, mimética, no? ¿Por qué el ciervo exhibe su cornamenta arbórea y la cierva tan sólo unos muñones tristes? Hay respuestas ¿Por qué cuando la maestra agobiada grita “¡cállense niños!” las niñas tienen que callarse también? ¿Por qué el/la periodista que redacta “los presuntos asesinos” no agrega “o presuntas asesinas”? Hay preguntas.
En los últimos tiempos y en el reciente Congreso Internacional de la Lengua Española se ha removido la olla de la gramática que tanto descalabramos millones a lado y lado del Atlántico. Todes, bueno, algunes, mejor, muches de las personas que luchan por el lenguaje inclusivo, insisten en despojar el paternalismo lingüístico de este idioma que no es otra cosa que un latín vulgar. Eso está bien, y como el uso de la señora @ y la niña “equis” sólo valen para escribir, es legítimo nombrar a la señorita “e” como árbitro en el asunto tanto para escribir como para hablar; ahora, si quienes adoptan esta práctica pueden hacer lo segundo con naturalidad y va en favor del entendimiento, pues adelante.
Las lenguas crecen en la calle y en nuestro caso la RAE filtra, acomoda, olvida, aprueba o condena. Pero ni la calle puede imponer, ni la señora Academia puede sacar la libreta de las multas. Ella, muy considerada, pone en sus entradas –por ejemplo– m. y f. o com para designar un sustantivo como masculino y femenino o común. Pero ¿por qué la “eme” primero que la “efe”? diría alguien. Y si en el parvulario aún no se han callado, ¿la profesora debería gritar “cállense niñas y niños” o “cállense niños y niñas” o tan sólo suplicar “¡cállense niñes!?”. Bueno y si las cosas tienen que cambiar, que cambien urbi et orbi podría decir una asociación de futbolistos y parte del gremio de los dentistos, que se sienten –la mayoría– muy varones. O que el gerente de una empresa –muy inclusivo– nombre nueva subgerenta con sueldo menor que el subgerente despedido. Hay respuestas. Y más preguntas. Unas absurdas, otras simplistas como estos párrafos.
En esas estamos señores sustantivos, señoras adjetivas, señoritas ambiguas, señoritos epicenos; mientras tanto los adverbios, que aunque con máscara masculina son seres asexuados –cosas de Mamá Natura– nos miran desde la placidez del diccionario, tranquilites.